jueves, 4 de septiembre de 2008

¿Comer o no comer? Esa es la cuestión (Traducción)



Al llegar a los últimos años de la carrera, la mayoría de los estudiantes, una que otra vez, habíamos experimentado lo que es segregar adrenalina ante un auditorio que espera por ti para llevarse el mensaje del orador. Esa era la interpretación o traducción oral.

Cuando uno se paraba ante el público, le venían a la mente todos los consejos y experiencias transmitidas por los profesores durante los años de estudio, pero ya era tarde, porque entraba a jugar el tiempo de respuesta, la comprensión del discurso, la selección de las palabras exactas, la proyección de la voz y tantos otros detalles que, al darte cuenta, ya el ponente había dicho las primeras oraciones y solo quedaba hacer la clásica petición entre risas nerviosas: “Sorry, could you, please, repit that again”.

Muchos hemos repetido esa frase durante años y en diversas situaciones. Pero al pasar el tiempo, el intérprete llega a dominar su arte con impresionante maestría. No todo se enseña en el salón de clases, ya que son experiencias que solo se aprenden viviéndolas.

Recuerdo, hace algunos años, en un almuerzo de negocios, las partes llegaron, se saludaron, intercambiaron tarjetas de presentación y se sentaron a la mesa. Era una mesa para ocho personas, yo quedé ubicado en el medio. La vajilla estaba impecablemente organizada y limpia, había un cubierto para cada plato (algo a lo cual no estamos acostumbrados en Cuba). La música instrumental se esparcía como la brisa en un atardecer. Las camareras parecían diosas sacadas de cualquier leyenda griega.

En un agradable ambiente comenzaron las negociaciones. Preguntas, respuestas, cifras, posiciones geográficas, políticas de mercado ¡un trago de agua! y referencias, informes, dudas, propuestas. Así fue todo el inicio, casi una hora, pero llegó el momento de comer y en segundos me encontraba frente a una mesa cargada de carnes, frutas, arroces, ensaladas y la gran pregunta: ¿Cómo debo comer y al mismo tiempo interpretar? Si no como puede parecer de mal gusto. Hablar con la boca llena es también de mal gusto. Y entonces, ¿cómo resolver el problema?

Ello en ocasiones lo había hablado con mi amigo, el intérprete Juan Carlos Saladré, también con el ya fallecido traductor y mentor de muchos traductores, Armando Morgan, y siempre llegábamos a la misma conclusión: no comer y solo beber líquidos.

Sin embargo, soy de los que gusta comer y formar parte del ambiente que rodea el evento, como mismo lo hace todo el personal de apoyo. El traductor debe participar del manjar y transmitir lo agradable que ello significa como parte cultural de su lengua materna. Pero es cierto, también, que debe buscar alimentos que pueda masticar fácilmente con solo un lado de la boca y, por supuesto, comer en pocas cantidades para poder hablar de forma fluida en cualquier momento que se le solicite.

En aquel momento no lo hice, opté por la formula tradicional, pero como dije en el comienzo: la experiencia solo la da el tiempo. Con ello quisiera ayudar a otros que podrían verse en una situación similar.

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